¿Qué estás haciendo leyendo estas palabras? ¿Por qué ahora? ¿Por qué puedes hacerlo y ser consciente de ello a la vez? Los humanos tenemos conciencia y todas las demás cosas, formadas por los mismos elementos, ¿no?
Filósofos, líderes religiosos y científicos a lo largo de la historia han intentado, sin éxito, dar respuesta a las grandes preguntas. Todo gira en torno a la cuestión fundamental: ¿cómo definimos la conciencia?
Hoy el estudio de la conciencia está muy vivo: los científicos siguen desarrollando teorías y modelos no solo para explorar el enigma, sino también para aplicarlo de forma empírica y, de rebote, poder medirlo .
Podemos entender qué es estar consciente porque lo vivimos, ¿pero cómo explicarlo a alguien o algo sin conciencia?
Detente un momento: puedes describir cómo es la pantalla del ordenador y qué muestra, que estás respirando o que tal vez tengas un objeto de un color concreto a la derecha del monitor, pero… ¿Cómo podrías explicar el ruido de un teclado a alguien que nunca lo ha escuchado? ¿Cómo explicar la experiencia de ver a alguien que siempre ha sido ciego? Estas son cualidades subjetivas de cómo experimentamos y es complejo enviarlas a quien no las comparte.
Hay dos tipos de conciencia: la fenomenológica y la funcional.
La conciencia fenomenológica hace referencia a “lo que sentimos” cuando experimentamos algo, es la que nos adentra en el mundo de las experiencias subjetivas con preguntas como “¿cómo percibes el color rojo?”, o explicar pensamientos como los del ensayo What is it like to be a bat? (“¿Qué se siente al ser un murciélago?”) de Thomas Nagel sobre el libro que lleva el mismo título .
Por otra parte, la conciencia funcional se centra en su papel dentro de los procesos cognitivos y de los comportamientos de un organismo, es decir, cómo las experiencias subjetivas influyen en nuestra forma de pensar, en la toma de decisiones y en las acciones que llevamos en el día a día.
Hay quien dice que ambos tipos de conciencia están ligados y no pueden separarse, mientras que otros creen que pueden existir de forma independiente.
Un ejemplo que muestra esta discusión es el experimento mental del zombi filosófico : imagina a un humano que parece, actúa y habla como un ser consciente, pero al que le falta cualquier forma de conciencia. Este ser no tiene experiencias subjetivas y, a pesar de su apariencia externa, carece de un “mundo interior”. Aunque para algunos pueda parecer un caso poco probable, sirve para demostrar que, por lo menos en la imaginación, se pueden separar las propiedades funcionales y fenomenológicas de la conciencia.
Profundizando un poco más: un grupo hambriento de zombis y en estado de semidescomposición camina sin rumbo. Sus acciones obedecen a impulsos desconocidos: les falta intelecto o motivaciones racionales, ¿verdad? ¿Son quizá síntoma de los miedos que atemorizan a nuestra sociedad?
Uno de los estudios más conocidos sobre el estudio de la conciencia se conoce como El problema fácil y el problema difícil : el primero implica entender los aspectos funcionales del cerebro que posibilitan la conciencia, mientras que el problema difícil implica elucidar por qué y cómo tenemos experiencias subjetivas y cualitativas. Este último sigue siendo uno de los misterios más persistentes y que se resisten a su resolución.
Hay quien dice que es un rompecabezas que no se puede resolver, es decir, nunca podremos comprender realmente por qué tenemos experiencias subjetivas. Otros van más allá, proponiendo que el problema difícil o, incluso, la conciencia misma no son más que ilusiones .
Nadie negará que la comprensión de la conciencia y sus complejidades puede hacer que la experiencia de la conciencia sea fascinante. ¿Por qué estamos vivos? ¿Por qué existe algo en lugar de nada? ¿Por qué existe el universo? Estas preguntas, quizá sin respuesta, son esenciales para nuestra existencia y reflejan un deseo profundo por entender cuál es nuestro lugar en el cosmos.
Centrémonos en este último supuesto: ¿y si es una pregunta sin respuesta? En su Crítica de la Razón Pura Kant ya lo había pensado, y decía que la razón humana está destinada a hacer frente a este tipo de preguntas que no puede ignorar, pero que están más allá de su capacidad para responder.
En la actualidad, en la era de la inteligencia artificial, se revelan cada vez más secretos, y aquellos que permanecen sin resolver añaden un encanto especial a nuestra vivencia e impulsan nuestra curiosidad.
📎 Alcaine, A. [Albert]. (2024, 08 septiembre). Preguntas, tal vez, sin respuesta. PsicoPop. https://www.psicopop.top/es/preguntas-tal-vez-sin-respuesta/
Con la colaboración del Instituto Erickson.
📖 Referencias: