Los girasoles oscilan en ambos sentidos, sí, pero tal vez no sea tan frecuente saber que, en realidad, cuando crecen densamente en un campo, adoptan un patrón de zigzag con sus vecinos, y se inclinan en direcciones opuestas para tomar la máxima luz posible y evitar la sombra de los compañeros.
Esta estrategia, aparentemente sencilla y obvia, podría darnos algún día una manera de aumentar los rendimientos de los cultivos.
Estas flores han fascinado a científicos y artistas como Vincent van Gogh (aunque los situó dentro de un jarrón), y no son las únicas que siguen la ruta del sol por el cielo, en un movimiento conocido como heliotropismo. Las flores de la soja, la caléndula, el algodón y varias especias de la familia de las malváceas también giran durante el día para mirar a la estrella que todo lo ilumina.
Si cultivamos algunas plantas para que no puedan moverse y las orientamos de manera inadecuada por la mañana, lejos de la salida del sol, sus hojas se harán un 10% más pequeñas que si pueden supervisar el sol. ¿Pero el giro se debe a un reloj interno o a indicios ambientales? Si creamos un ciclo artificial día-noche de 30 horas, los girasoles no se mueven hacia delante y hacia atrás en un horario regular, pero si establecemos un ciclo de 24 horas las plantas comienzan a seguir el sol, lo que sugiere que un ritmo circadiano interno es, al menos parcialmente, responsable .
Lo que a los girasoles les hace ser diferentes, es una conducta inédita en el reino animal: la autoorganización.
En lugar de dejar ganadores y perdedores (algo lo que diría la selección natural de Darwin), los girasoles tuercen los tallos para esquivar la sombra de su vecino más cercano, de acuerdo con un estudio de Antonio Hall, ecofisiólogo de cultivos de la Universidad de Buenos Aires. Vendría a ser lo que hacemos nosotros cuando vayamos al cine si en el sillón de enfrente se sienta una persona demasiado alta.
Los girasoles detectan la calidad de la luz gracias a un fotorreceptor llamado fitocromo, que les permite percibir la diferencia entre la luz roja y la luz roja lejana. Al llegar la luz solar, la hoja absorbe el tono rojo y refleja la luz roja lejana, que es la que se expande en su periferia. Esta es la señal de que las plantas del borde perciben como una sombra, y que las lleva a inclinarse hacia el lugar contrario .
Como ocurre con otras conductas de autoorganización entre especies animales, hay una planta “pionera” que comienza su proceso: en un estadiaje de crecimiento temprano “decide” inclinarse para buscar una mejor calidad de la luz, y aquí inicia un efecto dominó que, en ocasiones, puede llegar a chocar con otra fila de girasoles.
Como también ocurre con todo en la vida, este fenómeno no se da en todos los girasoles: la investigación se ha centrado en un híbrido llamado “Paraíso 20“, desarrollado por la empresa Nidera que durante 15 años fue muy exitoso en los cultivos, pero de baja intensidad. Este comportamiento puede aumentar desde un 25 al 45% su rendimiento.
Otras especies, que encontramos en nuestro país, son más pequeñas que en Sudamérica (donde suelen plantarse cinco plantas por metro cuadrado y, en el estudio, pusieron entre 10 y 14), y se plantan de ocho a diez unidades por metro cuadrado, por lo que esta conducta de autoorganización no tiene condiciones para desarrollarse.
Y otra curiosidad: cuando los días son tristes y el sol no luce, los girasoles giran de tal modo que parece que se miren unos a otros, con la intención de compartir sus energías.
📎 Oliva, J. [Jesús]. (2024, 14 septiembre). La sociedad de los girasoles. PsicoPop. https://www.psicopop.top/es/la-sociedad-de-los-girasoles/
📖 Referencias: