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Octavio Paz y la simiesca gramatical

¿Qué es ese misterio llamado Lenguaje?

por Guillem GallifaGuillem Gallifa
Publicado: Actualizado: 162 lecturas

En alusión a Hanuman – dios perteneciente a la mitología hindú regularmente presente en el clásico Ramayana – Octavio Paz nos presenta, en su obra El Mono Gramático lo que es simultáneamente una revisión libre de éste y otros clásicos de la India.

Octavio PazPaz demuestra – como ya lo hizo en su célebre debate con Raimon Panikkar – un dominio cómodo, sobrio y detallado de los textos antiguos de la India. Pero al mismo tiempo –sin hacer referencia explícita– nos acerca, en algunas de las reflexiones que aderezan los 29 capítulos de esta singularísima obra – no adscrita a ningún otro similar del autor – a los primeros vislumbradores de los límites del lenguaje de la tradición filosófica y literaria de occidente. Desde las proféticas intuiciones de Nietzsche a las formales y detalladas apreciaciones de Wittgenstein, pasando por las ironías literarias de Voltaire en su Cándido, personificadas por el malogrado profesor Pangloss: “Aquel que es todo lenguaje“.

💡 Hanuman, capaz de desplazarse de un salto desde la India a Ceilán o de cargar a los Himalayas en la espalda es, además (o precisamente), gramático.

¿Quién sino un gramático podría encarar desafíos de esa magnitud? Quien sino alguien capaz de hacer los más inimaginables malabares con las palabras, artífice – y artificio – fundamental con lo que construimos el mundo?

Y es precisamente en la faceta gramática de Hanuman donde Paz deja entrever aquello que los orientales parecen haber vislumbrado desde hace milenios (“Neti, neti“, acostumbraba a decir el Buda cuando algún erudito o algún individuo más encarcelado por el lenguaje de lo habitual se acercaba a él con interrogantes dialécticos) sano de doble hilo en tanto que instrumento para hacer inteligible la “realidad”. Permitiéndonos la expresión de la ínfima parte del saber (¿Lo sabemos?) a la que tenemos acceso, nos imposibilita, por su misma naturaleza, tener un conocimiento preciso más allá de los límites que configuran su arquitectura.

Ahora bien, ¿son iguales estas arquitecturas a la vez posibilitadoras y limitantes? ¿La gramática de las lenguas latinas es extrapolable a la de las germánicas, y aún éstas a algunas más exóticas y con una presunción de exactitud y referencialidad más elevadas, precisas y rigurosas, como el hebreo o el mismo sánscrito? Quizá habría que ser un erudito en las diversas Primarii Lapidis de cada uno de estos edificios de sintaxis, léxico y morfologías varias para aventurar hipótesis. E incluso así quizá sólo Hanuman conoce su respuesta (que no es respuesta).

Sería posible que el lenguaje, con el que con tanta gravedad revistimos identidades e ilusiones (¿realidades?), no fuera sino un divertimento de los dioses, o más aún, un simple juego de niños?

☝🏻 Probablemente Gianni Rodari, autor de “Gramática de la Fantasía: Introducción al arte de contar historias” encontraría ridículo incluso hacerse la pregunta.

En este sentido, Paz nos interpela: “Las relaciones entre la retórica y la moral son inquietantes: es turbadora la facilidad con que el lenguaje se tuerce y no lo es menos que nuestro espíritu acepte tan dócilmente estos juegos perversos.” Y nos advierte: “Deberíamos someter el lenguaje a un régimen de pan y agua, si queremos que no se corrompa y nos corrompa. (Lo malo es que régimen-de-pan-y-agua es una expresión figurada como lo es la corrupción-del-lenguaje-y-sus-contagios.)”.

Esa sospecha, peculiar intuición, no es, por cierto, tampoco nueva en occidente. El sofista Gorgias ya declaraba sus célebres tesis (Nada existe: Si existiera algo, sería incognoscible; Si fuera cognoscible, sería incomunicable) y el trilema de Agripa o de Münchhausen allanaba el terreno en la vertiente cognitiva (reduciendo la facultad lingüística a tres .

Asimismo, los teoremas de incompleción de Kurt Gödel, de incuestionable actualidad, parecen sostener esta dirección. También Bertrand Russell, que en su casi místico relato “La pesadilla del metafísico” denuncia al reino demoníaco (personificado en la palabra “no”) como un banal hábito lingüístico viciado. Y continuando con la mística, esta declarada, nos resuena un inquisitivo Krishnamurti: “Decidle al niño el nombre del pájaro, que ya no volverá a verle nunca más“. Y naturalmente, el omnipresente Wittgenstein, que parece susurrar esporádicamente entre las páginas de esta obra su popular clausura del Tractatus: “De lo que no se puede hablar, mejor callar“. Pero Paz (quien sabe si por su faceta poética) no se paraliza en el formalismo, y en vez de guardar silencio, utiliza el mismo lenguaje para encararse contra el lenguaje: “Hay que destejar inclusive las frases más simples para averiguar qué es lo que encierran y de qué está hecho por qué está hecho? Desteer el tejido verbal: la realidad aparecerá.”

Una metalingüística de la sospecha, que podría perfectamente ser también esclava de sí misma.

Por eso, una pregunta se deja leer -enigmática como la misma herramienta que se emplea para articularla- recurrentemente entre los símbolos impresos en sus páginas (todavía a la espera de respuesta desde los primeros vestigios de civilización hasta nuestros días):

📌 ¿Qué es este Misterio llamado Lenguaje?

📎 Gallifa, G. [Guillem]. (2024, 20 noviembre). Octavio Paz y la simiesca gramatical. PsicoPop. https://www.psicopop.top/es/octavio-paz-y-la-simiesca-gramatical/


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