En resumidas cuentas, la validación emocional no es otra cosa que comunicar a la otra persona que es escuchado y visto: aceptar la experiencia emocional que alguien está sintiendo en ese momento y comunicarlo claramente, con las palabras o las acciones.
Se trata de hacer saber que lo que siente y manifiesta es aceptado, con independencia de si estamos o no de acuerdo.
Validar es expresar a la otra persona que sus emociones tienen sentido, que son relevantes, significativas o coherentes desde un punto de vista lógico.
Frases como “Estás exagerando, no hay para tanto“, “¿Cómo te puedes poner así por esta tontería?” o “No llores más, tienes que ser fuerte” no aportan nada y no son, para nada, empáticas. No tienen cabida en una estrategia de validación emocional .
“La validación es la respuesta «sí» a la pregunta: «¿Puede ser verdad esto?»” .
La “gracia” de la validación emocional es que podemos llevar a cabo, también, una autovalidación emocional: aceptar la validez de nuestras propias emociones, y esto nos ayuda a gestionarlas mejor: reafirmamos que lo que sentimos es importante, sea placentero o no.
Al otro lado de la balanza encontramos la invalidación emocional hacia uno mismo o frente a los demás: minimizamos, juzgamos o sacamos trascendencia a las emociones . No quiere decir que lo que digamos “suene mal”, de hecho, las invalidaciones pueden ser respuestas cálidas o bienintencionadas, aunque provoquen consecuencias que no queremos. Por tanto, es habitual invalidar las emociones – nuestras o de alguien – sin ser conscientes de ello, incluso queriendo hacer el bien.
La terapia dialéctica conductual (DBT) propone seis niveles de validación que permiten avanzar hacia una comunicación validante :
- Prestar atención: no basta con mirar, es necesario interesarse en lo que dice, mirar y hacer saber que lo hacemos.
- Reflexionar: se trata de devolverle lo que nos ha dicho con la repetición o parafraseo (como un espejo).
- Nombrar lo que no se ha dicho: decir lo que no ha verbalizado, pero que detectamos en el discurso.
- Entender la reacción: entender por qué reacciona de la forma en que lo hace.
- Reconocer al válido: nota y comunicar que sus sentimientos son válidos porque se ajustan al contexto.
- Reconocer la singularidad del otro: todas las respuestas de emociones y perspectivas son válidas.
Cogerle la mano o ubicarnos a su altura puede ser una manera de enviar que lo que nos dice nos importa. Esto es básico. Cuando reflexionamos o le “volvemos” lo que nos ha dicho, debemos ser cuidadosos de no interpretar, juzgar o añadir ideas o suposiciones de nuestra cosecha: debemos extraer, simplemente eso, la idea central de lo que la otra persona ha manifestado.
Hablamos de nombrar lo que no se ha dicho pondremos un ejemplo: Si la persona nos dice “he dedicado mucho tiempo a estudiar y, sin embargo, no he aprobado… ¡Al final, no sirve de nada estudiar!“, podemos responder: “Entiendo que te frustra la situación, ya que sientes que tu esfuerzo no ha merecido la pena, ¿es así?“. Observa que verbalizamos lo que “ha querido decir, pero que no ha dicho” .
Reconocer al válido es entender y situarnos, también, en el contexto y las circunstancias. Si nuestro hijo o hija teme a las tormentas, podemos validar su miedo diciéndole: “entiendo que puedas estar sintiendo miedo ahora mismo, porque está lloviendo mucho y eso no te gusta“.
Si nos es difícil validar las emociones, probablemente se deba a que en la infancia no nos ayudaron a reconocer las emociones, no las validaron o nos sentimos juzgados por estas. También puede deberse a que vivimos en una sociedad que glorifica algunas emociones, como la felicidad, e intenta evitar o descalificar otras como la tristeza o el enfado. Aprender sobre las emociones y sus funciones nos ayuda a entender la validación emocional y su importancia.
📎 Alcaine, A. [Albert]. (2024, 25 julio). ¿Cómo validar las emociones de los demás?. PsicoPop. https://www.psicopop.top/es/validar-emociones/
📖 Referencias: